لحسن
مجیدی
Lahcen Majidi, o Majidi a secas, es una de las pocas personas completamente de fiar que encontré en Marruecos. Es un encargado que trabajó conmigo, voluntarioso y responsable. Ahora es un amigo. Lahcen es la versión bereber de Hassan, o El Hassan. Con nosotros trabajaba también su hermano mayor, Ahmed, una buenísima persona, siempre respetuoso y amable. Ahmed marchó unas semanas a visitar a su familia en Zagora y regresó con varios de estos trapajos azul índigo con los extremos más oscuros que utilizan los bereberes de las zonas próximas al Sáhara (y que usan también los tuareg hasta Senegal). Me hizo mucha ilusión que trajese uno para mí. Lahcen no se quitaba el suyo y un día le hice una foto. A Ahmed, que es hombre piadoso, le regalé un rosario musulmán con cuentas de madera.
En abril del año pasado regresé a Marruecos para ir a una boda. Primero me encontré con Majidi y Hameda en Casablanca y por sorpresa se sumaron en mi viaje hacia el sur para ir a la celebración. No estaba previsto ir a Zagora, que pillaba bastante a desmano, pero mereció la pena. Zagora está en la frontera con el terreno desértico, tienen una casa preciosa de tapial en un oasis, por donde comienzan a verse, aquí y allá, las primeras dunas. En aquella época los granados estaban en flor, el trigo empezaba a dorarse bajo las palmeras en esas parcelas cercadas con muros de barro. Hacía calor soportable y por la noche refrescaba un poco.
Este año que ha pasado me ha servido de catarsis para poder aproximarme de nuevo a Marruecos.
Lahcen Majidi, 2015. Acuarela, 32 x 46 cm.